Federico Cantú
El Libro de la Revolución
Cantú desarrollo un gran numero de variantes en torno a el
libro de la Revolución
La idea que giraba en
torno a una escultura monumental , también se desarrollo en torno a un relieve
mural que seria ejecutado en una de las grandes laderas de roca en Nuevo León ,
desafortunadamente la obra se quedo en proyecto
El cuerpo del artista, que
según Arthur Miller tenía "la mórbida gracia de Botticelli", fue
velado en una capilla distinta a las del IMSS, dependencia para la que elaboró
en piedra chiluca su legendario emblema.
El pintor maldito, amigo de
Vallejo y Barba-Jacob, y seguidor de Byron, Poe, Baudelaire y Rimbaud, se quedó
con deseos de hacer murales en el Aula Magna y relieves en el Cerro del
Obispado y en las pedreras del Cerro de las Mitras.
También del artista, cuya
obra estuvo tan ligada al Estado, se quedó en el papel el boceto de un
monumento a la Constitución del 17, así como los planes de un museo con su
obra. Estos deseos, nacidos en la soledad de la historia que él mismo escribió,
son parte de su sello y recuerdan las palabras de su amigo, José Alvarado.
"Cantú no es un
solitario absoluto como Goitia. Sólo su pintura, como un rebelde, persistente
afirmación a lo largo del tiempo, queda en la soledad. No es un hombre
solitario. Es un pintor solitario".
En una entrevista, el Padre
Aureliano Tapia, cronista de la Arquidiócesis de Monterrey, le preguntó a
Federico el motivo por el que se consideraba un rebelde del arte.
El "Gran olvidado"
respondió así: "Porque soy libre, porque amo la libertad. Porque no me
doblo".