Eusebio Hierónimo (en latín, Eusebius
Sophronius Hieronymus; en griego, Εὐσέβιος Σωφρόνιος
Ἱερώνυμος) (Estridón,
Dalmacia,
c. 340 – Belén, 30 de septiembre de 420), conocido comúnmente como
san Jerónimo, pero también como Jerónimo de Estridón
o, simplemente, Jerónimo, tradujo, por encargo del
papa Dámaso I
(quien reunió los primeros libros de la Biblia en el Concilio de Roma en el año
382 de la era cristiana), la Biblia
del griego
y del hebreo
al latín. Es considerado Padre de la
Iglesia, uno de los cuatro grandes Padres Latinos. La traducción al
latín de la Biblia hecha por san Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata
editio, 'edición para el pueblo') y publicada en el siglo iv de la era
cristiana, fue declarada en 1546 por la Iglesia católica
en el Concilio de Trento,
la versión única, auténtica y oficial de la Biblia para la Iglesia latina, y ha
sido, hasta la promulgación de la Neovulgata,
en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica.
San Jerónimo fue un célebre
estudioso del latín en una época en la que eso implicaba dominar el griego. Sabía algo de
hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Belén para perfeccionar
sus conocimientos del idioma. Comenzó la traducción en el año 382, y corrigió
la versión latina existente del Nuevo Testamento.
Aproximadamente en el año 390 pasó al Antiguo Testamento
en hebreo. Completó su obra en el año 405. Si Agustín de Hipona
merece ser llamado el padre de la teología latina, Jerónimo lo
es de la exégesis bíblica.
Con sus obras, resultantes de su notable erudición, ejerció un influjo duradero
sobre la forma de traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras y en
el uso del latín como medio de comunicación en la historia de la
Iglesia.
Es considerado un santo por la Iglesia católica, por la Iglesia ortodoxa, por la Iglesia luterana y por la Iglesia anglicana.
En su honor se celebra, cada 30 de
septiembre, el Día Internacional
de la Traducción.
Nació en Estridón (oppidum, ya destruido
por los godos
en 392, situado en la
frontera de Dalmacia
y Panonia) entre el año 331 y el 347, según distintos autores. San
Jerónimo, cuyo nombre significa 'el que tiene un nombre sagrado', consagró toda
su vida al estudio de las Sagradas Escrituras y es considerado uno de los
mejores, si no el mejor, en este oficio.’
En Roma estudió latín bajo la dirección del
más grande gramático en lengua latina de su tiempo, Elio Donato, que era
pagano. El santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego
y de otros idiomas, pero por entonces conocía muy poco los libros espirituales
y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los
grandes autores latinos, Cicerón
(quien fue su principal modelo y cuyo estilo imitó), Virgilio, Horacio, Tácito y Quintiliano, y a los
autores griegos Homero
y Platón, pero casi nunca
dedicaba tiempo a la lectura espiritual.
Jerónimo se fue al desierto a hacer
penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy
fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo). Aunque allí rezaba mucho,
ayunaba y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz, descubriendo que su
misión no era vivir en la soledad.
De regreso a la ciudad, los obispos de Italia junto con el Papa nombraron secretario a San Ambrosio,
pero este cayó enfermo y eligieron después a Jerónimo, cargo que desempeñó con
mucha eficacia. Viendo sus dotes y conocimientos, el papa Dámaso I le nombró su
secretario, y le encargó redactar las cartas que el Pontífice enviaba. Más
tarde le designó para hacer la recopilación de la Biblia y traducirla. Las
traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo (llamadas actualmente Vetus
Latina) tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o
traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el
latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, en la traducción llamada Vulgata (lit. 'la de
uso común').
Durante su estancia en Roma,
Jerónimo ofició de guía espiritual para un grupo de mujeres pertenecientes a la
aristocracia romana, entre quienes se contaban las viudas Marcela y Paula de Roma (esta
última, madre de la joven Eustoquio,
a quien Jerónimo dirigió una de sus más famosas epístolas sobre el tema de la
virginidad). Las inició en el estudio y meditación
de la Sagrada Escritura y en el camino de la perfección evangélica, que incluía
el abandono de las vanidades del mundo y el desarrollo de obras de caridad. Ese
centro de espiritualidad se hallaba en un palacio del monte Aventino, en donde
residía Marcela con su hija Asella. La dirección espiritual de mujeres le valió
a Jerónimo críticas por parte del clero romano, llegando, incluso, a la
difamación y a la calumnia. Sin embargo, Paladio afirma que el vínculo con
Paula de Roma le fue a Jerónimo de utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su
padre le había enseñado el griego y había aprendido
suficiente hebreo en Palestina como para cantar los salmos en la lengua
original. Es un hecho que buena parte del epistolario de Jerónimo se dirigió a
distintos miembros de ese grupo, 2 al cual se uniría más tarde Fabiola de Roma, una joven
divorciada y vuelta a casar que se convertiría en una de las grandes seguidoras
de Jerónimo. Varios miembros de este grupo, incluidas Paula y Fabiola, también
acompañaron a Jerónimo en diferentes momentos durante su estancia en Belén.
En el Concilio de Roma de 382, el papa Dámaso I expidió un decreto
conocido como «Decreto de Dámaso», que contenía una lista de los libros
canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Le pidió a san Jerónimo utilizar
este canon y escribir una nueva traducción de la Biblia que incluyera un
Antiguo Testamento de 46 libros, los cuales estaban todos en la Septuaginta, y el Nuevo
Testamento con sus 27 libros.
Cuando tenía alrededor de 40 años,
Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con
la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias
y, sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su
modo enérgico de corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa.
Sus últimos 35 años los pasó en una
gruta, junto a la cueva de Belén. Dicha cueva se encuentra actualmente en el
foso de la Iglesia de Santa Catalina en Belén. Varias de las ricas matronas
romanas, que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron
sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual.
Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para
hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los que llegaban de
todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús de Nazaret.
Con tremenda energía escribía
contra las diferentes herejías.
La Iglesia católica
ha reconocido siempre a san Jerónimo como un hombre elegido por Dios para
explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado patrono de
todos los que en el mundo se dedican a hacer entender la Biblia; por extensión,
se le considera el santo patrono de los traductores.
San Jerónimo
Oleo sobre tela
SigloXVII
Murió el 30 de septiembre del año
420, a los 80 años. En su recuerdo se celebra el Día internacional
de la Traducción.
San Jerónimo escribiendo es uno de los últimos cuadros de la etapa romana de Caravaggio, que forma
pareja con San Jerónimo en
meditación. Utilizó el mismo modelo que en su anterior
composición, que tiene los mismos rasgos que este cuadro. Su estilo fue más
tarde imitado por Diego Velázquez
y Francisco de
Zurbarán.
Este santo
era bastante representado entre los artistas de la Contrarreforma. Entre
otros extremos, porque propagó el culto a la Virgen María,
algo que desdeñaban los protestantes
y que era un signo de catolicismo.
Aquí no se le representa con el león, que es uno de sus atributos
y provenía en realidad de una leyenda
medieval, sino en un
entorno mucho más austero, con sus libros, estudiando, como erudito. Hay que
recordar que san Jerónimo tradujo al latín la Biblia, versión conocida
como la Vulgata. Como es
propio de la pintura religiosa
caravagista, la
representación del santo se ha reducido a lo esencial: el escritorio, los
libros, y un cráneo
como memento mori,
recuerdo de la fugacidad de la vida y del inexorable fin de todo lo terrenal.
Desde 1510 Durero se dedicó más al
grabado que a la pintura y produjo estas obras maestras, en las que la
perfección técnica y plástica se convierte en vehículo de un pensamiento que se
traduce en alegorías.
Como otros grabados del artista, esta imagen se caracteriza por una
multiplicidad de símbolos
iconográficos.
La palabra alemana que aparece en el título original, "Gehäus" es una
palabra en desuso refiriéndose a casa, habitación o estudio. En español
podría traducirse como estudio o gabinete, que son las usadas normalmente para
los cuadros representando a santos estudiosos como san Jerónimo
o san Agustín.
San Jerónimo
se sienta en la obra detrás de un escritorio. Esta clase de mesa es típica del Renacimiento.
Principalmente al pintar se guiaba por la virtud teologal.
En una esquina de la mesa hay una cruz. Si se traza una línea imaginaria
desde la cabeza de Jerónimo hasta la cruz, la mirada del espectador se dirige
hasta una calavera
cerca de la ventana, dos objetos asociados entre sí y que se relacionan con
estos dos temas: la resurrección
y la muerte. Para el espectador queda abierta la cuestión de si finalmente
ganará la muerte
o la vida.
En un primer término de la pintura
aparece un león,
componente tradicional de la iconografía de Jerónimo y un perro dormitando,
animal que se encuentra frecuentemente en las obras de Durero y que simboliza
la lealtad.
Son notables la increíble fidelidad
al detalle y la refinada elaboración. El cuadro está lleno de pequeños temas
que atrapan la mirada del espectador y que son típicos del Renacimiento
nórdico y de Durero.
San Jerónimo, Museo del Prado, S. XVIII
San Jerónimo, Francesco Bassano el Joven, S. XVI
1 NEW
ACQUISITION—In the early decades of the sixteenth century, Antwerp was a great
center of commerce, finance, and luxury trade. The Flemish city attracted
innovative painters like Quentin Massys, Jan Gossart, and Joos van Cleve
working in a style that combined northern traditions with Italianate forms.
Numerous other painters, whose work is only known under names of convenience,
like the Master of the Lille Adoration, swelled the ranks of the Antwerp guild.
Saint Jerome in Penitence (by the
Master of the Lille Adoration) is an ideal addition to our collection and can
be seen alongside other exemplary paintings from Renaissance Antwerp—on view in
Gallery 207.
MUNAL
Antonio da Corregio, Madonna of Saint Jerome, Galleria Nazionale, Parma
Puede afirmarse que cuanto
más noble y más generoso es el espíritu de una persona, tanto más sensible es a
la vergüenza, como bien lo expresa San Jerónimo. Dícese que Aristóteles
experimentaba vergüenza y pesadumbre por ser incapaz de sentir la emoción de las
tragedias de Eurípides; que Homero se sintió avergonzado por no poder hallar la
solución de cierto acertijo que le propuso un pescador y que Sófocles se hirió
de muerte con un puñal por haber sido silbada una de sus tragedias. También se quitó la vida Lucrecia, avergonzada por
su deshonra y para no escuchar murmuraciones públicas. Cuando el romano Marco
Antonio fue derrotado por su enemigo, permaneció a solas, por espacio de tres
días, en la proa de un buque, sin admitir ni siquiera la compañía de Cleopatra,
anonadado por el despecho y la vergüenza. Así nos lo presenta Plutarco en su
biografía. Apolonio de Rodas, poeta de Alejandría (siglo III antes de J.C.),
abandonó voluntariamente su patria y su familia, avergonzado por haber recitado
pésimamente su poema sobre los argonautas, según dice Plinio. Ayax sintió
vergüenza y cólera cuando sus armas fueron entregadas a Ulises, y así muchos
otros ejemplos de estados “furibundos” que están relacionados con el tema de la
Melancolía.
Ptolomeo atribuye a la influencia celeste todos los síntomas que presentan los melancólicos, lo que niegan algunos aunque Pontano y otros propugnan firmemente el mismo criterio. Así se explicaría el carácter ya triste, ya alegre y jovial de tales enfermos. Si Saturno presidió su nacimiento, y estando bajo su influencia contrajeron la melancolía, serán de carácter intratable, descontentos, brutales y tacaños, tristes y silenciosos, y dados a la meditación. Si están dominados por el signo de Júpiter, serán ambiciosos y tratarán de alcanzar cargos, dignidades, honores, títulos nobiliarios, riquezas, etc. Si Marte orienta su destino, serán aficionados a las guerras, combates, duelos; intransigentes, enérgicos e irascibles. Los dominados por Venus son obsequiosos en el trato con el sexo opuesto y aficionados a las conquistas amorosas, así como a las artes y los pasatiempos. Los sometidos al designio de Mercurio son contemplativos y entre ellos muchos descuellan como poetas y filósofos de espíritu sutil. Si la luna presidió su nacimiento, se caracterizarán por su ansia andariega y efectuarán viajes y peregrinaciones, lo cual dará tema a sus conversaciones y será su preocupación absorbente.
Ptolomeo atribuye a la influencia celeste todos los síntomas que presentan los melancólicos, lo que niegan algunos aunque Pontano y otros propugnan firmemente el mismo criterio. Así se explicaría el carácter ya triste, ya alegre y jovial de tales enfermos. Si Saturno presidió su nacimiento, y estando bajo su influencia contrajeron la melancolía, serán de carácter intratable, descontentos, brutales y tacaños, tristes y silenciosos, y dados a la meditación. Si están dominados por el signo de Júpiter, serán ambiciosos y tratarán de alcanzar cargos, dignidades, honores, títulos nobiliarios, riquezas, etc. Si Marte orienta su destino, serán aficionados a las guerras, combates, duelos; intransigentes, enérgicos e irascibles. Los dominados por Venus son obsequiosos en el trato con el sexo opuesto y aficionados a las conquistas amorosas, así como a las artes y los pasatiempos. Los sometidos al designio de Mercurio son contemplativos y entre ellos muchos descuellan como poetas y filósofos de espíritu sutil. Si la luna presidió su nacimiento, se caracterizarán por su ansia andariega y efectuarán viajes y peregrinaciones, lo cual dará tema a sus conversaciones y será su preocupación absorbente.
MUNAL
Antonio da Corregio, Madonna of Saint Jerome, Galleria Nazionale, Parma
Jerome and Louis
oil on panel 43¬ x 49o in. (110.8 x 125.2 cm.)
oil on panel 43¬ x 49o in. (110.8 x 125.2 cm.)
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