Fortuna
Federico
Cantú
Colección
de Arte Cantú Y de Teresa
El arte
consiste en permitir la manifestación de un saber ‘que no se sabe’, como aquel
escondido en innúmeros objetos acumulados en los estantes de una tienda de
antigüedades. Pero ‘para que lo banal revele su secreto, primero tendrá que ser
mitologizado’[...] (estos son los) elementos que anuncian la verdadera historia
de la sociedad, la vida de una colectividad o el destino de un individuo
o de un pueblo. (WILLEMART. 1998.p. 21)
Sol y leo
Apolo es presentado en el mito,
no como el Sol físico real que brilla en el cielo, sino como el portador del
Sol, que simboliza algo dentro de nosotros que es el enlace con la
inmortalidad. El Sol es la nave de lo eterno, contemplarlo es como mirar una
reflexión de lo que podríamos ser sí fuéramos perfectos. El Sol astrológico es
equivalente al Apolo mítico, y en este sentido, cada uno de nosotros porta una
pequeña chispa de la fuerza vital eterna, del uno, que es perfecto. Que es
precisamente en lo que nos transfiguramos cuando establecemos una conexión o
somos absorbidos por el juego creativo, experimentando momentáneamente cierto
tipo de dicha eterna. Apolo, el resplandeciente hijo de Zeus, es el favorito de
los dioses. Su Oráculo en Delfos presentaba la siguiente inscripción en la
puerta: "conócete a ti mismo", lo cual es un nuevo signo de la
esencia del Leo: el autodescubrimiento. Apolo representa la luz de la
conciencia que clarifica la oscuridad. Las gentes acudían a su Oráculo en busca
de luz y de respuestas a sus plegarias. De esta forma, los nativos del signo
Leo han de arrojar la luz de la conciencia sobre sus pasiones y sus instintos
hasta transmutarlos en el oro del que hablaban los alquimistas.
“Casó, pues, Hiperión (El que
camina en las alturas) con la gloriosa Eurifaesa (Tea), su hermana, la cual le
dio hermosos hijos: Eos (la Aurora), de rosados brazos, Selene (la Luna), de
lindas trenzas, y el infatigable Helios (el Sol), parecido a los inmortales.
Éste, subido en su carro, alumbra a los mortales y a los inmortales dioses y
echa terribles miradas con sus ojos desde el interior del áureo casco; salen de
él rayos relucientes que brillan espléndidamente; debajo de sus sienes, las
mejillas centelleantes del casco encierran su faz gloriosa que resplandece de
lejos; en torno de su cuerpo reluce, al soplo del viento, la hermosa y
finamente labrada vestidura y, debajo, los corceles; y por la tarde detiene el
carro de áureo yugo y los caballos, y los envía al Océano a través del cielo.”
("Himno al Sol"; Homero).
"De Hiperión se dice que fue
el primero en entender, por su diligente atención y observación, el movimiento
del sol, la luna y las demás estrellas, así como de las estaciones, que están
provocadas por estos cuerpos, y dar a conocer estos hechos a los demás; y por
esta razón fue llamado padre de estos cuerpos, pues había engendrado, por así
decirlo, la especulación sobre ellos y su naturaleza." (Diodoro Sículo
v.67.1.)
Leo es un signo de fuego y fijo.
El elemento fuego alude aquí a una desbordante vitalidad, a una infatigable
actividad unida a una naturaleza práctica y realizadora. Los nativos de este
signo dominan a sus semejantes de forma natural e innata, tienen gran confianza
y seguridad en sí mismos y son conscientes de su fuerza y poder. Al ser un
signo fijo, sus nativos terminan lo que comienzan, son constantes,
perseverantes y no se salen del camino trazado, lo que constituye otra
importante razón de su éxito final. Su constancia, unida a la repulsión que
sienten por los cambios, suele favorecer en ellos una tendencia conservadora.
Sólo al majestuoso Sol podía
corresponderle la regencia de este signo. El astro rey dota a los nativos de
Leo de la máxima vitalidad unida al brillo y poder que siempre los acompaña.
Tienen un Yo muy fuerte y dominante, que imponen a sus semejantes de manera
natural, junto a una clara conciencia de quiénes son y cuál es su destino.
Poseen enormes virtudes: amor, nobleza, generosidad, magnanimidad, sinceridad y
franqueza; elevados ideales y aspiraciones, así como valor, arrojo, heroísmo,
optimismo y confianza en sí mismos. Tienden a ver el lado bueno de la vida y de
las personas y perdonan con facilidad. Parecen haber nacido con suerte y tienen
más facilidad que otros para acceder al poder, la riqueza o la fama. Junto a
las más excelsas virtudes se agrupan los peores defectos, que exteriorizan más
cuando no culminan sus ambiciones: orgullo, arrogancia, egocentrismo,
prepotencia, altivez, engreimiento, despotismo o tiranía. Quieren que todo gire
alrededor de ellos. Suelen ser fanfarrones, exhibicionistas y teatrales, y
necesitan su público. Si un Leo es humillado, puede ser un enemigo terrible,
que no descansará hasta ver aniquilado a su rival. Físicamente, el signo otorga
una constitución atlética, no exenta de atractivo, belleza y aires de dominio o
solemnidad.
Otra de estas implicaciones
simbólicas del signo de Leo hace referencia a la historia de Parsifal, el joven
héroe huérfano de padre que tuvo que asumir la búsqueda de sí mismo a través de
la del principio paterno perdido, que se encontraba en el Castillo del Grial.
Parsifal fue criado por su madre en un bosque aislado, y fue esta ausencia del
padre la que le impulsó a abandonar a su madre, y emprender la búsqueda de sí
mismo. Esta rudeza del héroe, visible en su actitud insensible hacia su madre,
es típica en muchos Leo, que actúan así muchas veces por imprudencia,
ingenuidad y falta de compasión hacia quienes le rodean. Tras este episodio,
Parsifal emprende el camino, hasta que por fin se encuentra con el Castillo del
Grial. Fue una visión espectacular para los asombrados ojos de Parsifal, quien
se quedó sin habla ante el espectáculo que contempló. Incapaz de formular la
pregunta adecuada, "¿Quién sirve al Grial?", y debido a la
inexperiencia de su juventud, el Castillo se volatilizó, lo que supuso un
fracaso en el viaje que había emprendido el héroe.
La vida de Leo suele encerrar la
búsqueda arquetípica del padre perdido, ausente o herido física o
espiritualmente. De alguna forma, el principio paterno ha resultado
insuficiente para que el individuo adquiera un referente en la búsqueda de sí
mismo, lo que tarde o temprano impulsa al nativo a abandonar sus orígenes para
encontrarlo. Este "padre" puede tener la forma de una pareja, un
descubrimiento espiritual o un logro profesional, pero en última instancia, se
trata de hallar al "padre perdido". Sin embargo, este padre se
encuentra dentro de sí mismo, de ahí que la búsqueda en el exterior suela
resultar infructuosa. En la leyenda, el viejo rey del Castillo, incapaz de
dejar descendencia, deseaba encontrar a quien le sucediera, y el elegido había
sido Parsifal, que no supo estar a la altura del destino que se le ofrecía. En
la vida de Leo, como en el cuento, suele suceder también que se le ofrezca un
logro de manera temprana, como la visión del Castillo del Grial, para ver cómo
desaparece a causa de la irreflexión, el apasionamiento y la falta de compasión
(en el cuento, Parsifal no fue capaz de sentir pena por el viejo rey). De esta
forma se inicia un nuevo viaje, lleno de obstáculos y aventuras, cuyo objetivo
es volver a encontrarse de nuevo con el Grial.
En esta nueva etapa del viaje,
Parsifal, se topa con el Caballero Rojo, símbolo del apasionamiento
descontrolado (como el León de Nemea en el mito de Hércules), al que debe
vencer. De esta forma, el nativo de Leo ha de aprender a sublimar y controlar
la pasión instintiva de sí mismo y su confianza excesiva en su orgullo y poder,
para acercarse un poco más a su propia esencia. Más tarde, conoce a Blancaflor,
una joven afligida por el sufrimiento, con quien Parsifal se inicia en el
erotismo y el amor. Sin embargo, el héroe acaba abandonando a la doncella de la
misma manera insensible a como abandonó a su madre. Tras este suceso, el héroe
tuvo que seguir recorriendo un largo camino de luchas y asperezas, hasta que
por fin volvió a encontrarse con el Castillo. En ese momento sí pudo formular
la pregunta adecuada, nacida de la compasión, el viejo rey sanó, cedió su trono
al nuevo rey y dio comienzo a un nuevo reinado. Fue como si Parsifal hubiese
encontrado por fin a su padre y, en consecuencia, se hubiera encontrado a sí
mismo.
Leo es el segundo signo de Fuego,
después de Aries, y en Leo el potencial elemental ya se ha realizado, pues,
mientras Aries dice: "Quiero llegar a ser lo que soy", Leo dice
simplemente "Yo soy". Con Leo, que rige el corazón, la estructura
básica del individuo se completa. Es en el corazón donde las fuerzas de arriba
se mezclan con las de abajo, para que las de abajo se liberen. El color que se
le ha asignado tradicionalmente es el dorado. Los nativos de Leo son como el
león, el rey de la selva: valientes, iracundos, nobles, dignos y constantes;
empero hay también entre los nativos de Leo seres altaneros, orgullosos,
infieles y hasta tiranos. Esto puede verse en el hecho de que este signo trata
del desarrollo del ego y de la confianza en sí mismo, con una fuerte necesidad
de expresarse y de que lo admiren, siendo intransigente en cuanto a su
integridad personal. Pero aunque Leo represente el ente completo en cuanto a su
estructura básica, sigue estando socialmente incompleto, pues todavía está
centrado en sí mismo y en formar un ego sólido. Es como el niño que acaba de
lograr algo nuevo y que no es feliz mientras que los adultos que le rodean no se
den cuenta. Aunque a lo largo de la historia los seres humanos hayan logrado
eso mismo, para el niño el logro es nuevo y fascinante. Esta es la psicología
básica del principio leonino.
Leo siente una auténtica
fascinación por sí mismo, y quiere que los demás estén igualmente fascinados
por él. Esto aparece en la mayoría de los Leo adultos como un deseo de
impresionar y una necesidad de reconocimiento personal, y de control del propio
destino. El deseo de impresionar implica el anhelo de ser de verdad así, es
decir, de ser una persona realmente importante y no solo de parecerlo. Este
signo desea ser una fuente de energía, el abastecedor no solamente de sus
propios logros sino también de los ajenos. Esto puede presuponer arrogancia,
pero si sus necesidades de autoexpresión personal y de ser él mismo están
satisfechas, Leo sabe comportarse enérgicamente e imponer respeto.
Cuando Leo consigue lo que
necesita, es decir, cuando se le permite ser total, completa y auténticamente
él mismo, es uno de los tipos humanos más admirables. Como signo fijo, Leo
tiene tendencia a estabilizar la energía de los planetas en él ubicados. De
este modo, hace que funcionen de manera constante e inexorable. Sin embargo, a
su vez, Leo es un signo de fuego, lo que hace que comunique a su entorno su
gran chispa y vitalidad.
Cada cosa que sucede en la
astrología nos influencia, ya sea de manera positiva o negativa, pero a fin de
cuentas, crea una especie de transformación, de sacudida y de cambio que nos
permite ver, entender y comprender el mundo desde una perspectiva mucho más
amplia en donde las fuerzas, no solo quedan contenidas en una fuerza única,
primigenia y creadora. Con el Sol en su terreno, todo se expande, se transforma
y nos hace ver, vivir y sentir las cosas desde un punto mayor en donde las
energías, todas aquellas que rigen al mundo se concentran dentro de nosotros
para hacernos evolucionar en estos tiempos difíciles. No olvidemos que ahora
mismo, muchas cosas a nivel astrológico están sucediendo, por un lado tenemos
el tránsito de Marte desde Escorpio, además de ello, tenemos a Venus y a
Mercurio en Leo. Así que debemos estar muy atentos, para que durante el
tránsito del Sol por su domicilio no se generen temas que nos distraigan de
nuestros objetivos. De alguno u otro modo, al final de este tránsito las cosas
terminarán por configurar un período altamente positivo para lograr nuestros
propósitos.
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