viernes, 10 de abril de 2020

Descendimiento José de Arimatea
Sudario, de la palabra latina sudarium, significa en su origen un lienzo o pañuelo que sirve para cubrirle el rostro a las personas muertas y demostrarles sus respetos.
Se dice en el Evangelio, Marc, c. 14, v. 51, que un joven que seguía a Jesucristo cuando fue preso en el huerto de los olivos, no tenía más que una sábana para cubrir su desnudez, que los soldados quisieron detenerlo, que dejó su sábana y se fugó, Sansón prometió treinta sábanas, (en hebreo, sindinim) y otras tantas túnicas a los jóvenes que asistían a sus bodas si podían explicar el enigma que les propuso. , se dice que la mujer fuerte hacía sábanas y ceñidores y los vende a los cananeos o fenicios



Leemos en el Evangelio que José de Arimatea para sepultar a Jesucristo compró una sábana, sindonim y en ella envolvió el cuerpo de Jesús.
José de Arimatea es un personaje bíblico que, de acuerdo al Evangelio de Mateo 27:60, era el propietario del sepulcro en el cual fue depositado el cuerpo de Jesús de Nazaret después de su crucifixión y muerte. 
Un «hombre rico» según San Mateo; un hombre «ilustre» según San Marcos; «persona buena y honrada» según San Lucas; «...que era discípulo de Jesús» según San Mateo, «pero clandestino por miedo a las autoridades judías», según San Juan. Marcos comienza señalando que José compartiendo la visión de la venida del Reino de Dios (lo cual Lucas 23:51 repite) entró "osadamente" a pedirle el cuerpo de Jesús a Pilato (15:43). Lucas añade que este varón "no había consentido en el acuerdo ni en los hechos" de los líderes religiosos.
Lo cierto es que los cuatro evangelistas coinciden en contar el mismo episodio donde intervino San José de Arimatea. Jesús acaba de morir en la cruz, Pedro renegó de Él por tres veces en público, los apóstoles se dispersan, pero este hombre solicita al procurador romano Poncio Pilato que le permita dar sepultura al cuerpo de Jesús. Con la ayuda de Nicodemo, desclava el cuerpo de la cruz y lo sepulta en su propia tumba, un sepulcro nuevo, recién excavado en la roca, donde se encuentra la basílica del Santo Sepulcro. Lo envolvieron en lienzos de lino y lo colocaron en la tumba con una gran piedra en la entrada. Por esto, la tradición católica lo tiene como patrono de embalsamadores y sepultureros.
José de Arimatea es protagonista de la apócrifa Declaración de José de Arimatea, escrita en primera persona, en la que se reivindica como responsable del descendimiento y entierro de Cristo y narra el cautiverio al que el Sanedrín la condena por ello. Estas represalias son también referidas en el Evangelio de Nicodemo.

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