sábado, 26 de diciembre de 2020

 Federico Cantú

Diosa de la Fortuna

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Escultura en bronce.

 

 

Francia 1924-1934

Cantú en la Escuela de París

Cuando cumplí 14 años, sentí el ansia de París. Los libros de mi madre y las novelas románticas con teatro en la “Ciudad Luz” me alucinaron, me sedujeron al grado de convertir en obsesión lo que surgió en un momento de embriaguez espiritual.

 

Si bien los primeros años de formación académica los recibe Cantú en la Escuela al Aire libre de Coyoacán, dirigida por Alfredo Ramos Martínez , es a partir de su larga estancia en Paris, cuando el joven artista se transforma en un gran maestro.

 

En 1924 Federico Cantú se instala en Paris y se integra al grupo de artistas españoles   que compartían amistad con Pablo Picasso. Fue en esta época cuando Federico empieza a trabajar en la talla directa trabajando como asistente del escultor  José Maria Decreeft . Si bien Cantú no se retiraría del todo de la escultura , es a partir de 1943, cuando inicia una larga carrera de relieves monumentales .

 

A principios de los años 70s Federico Cantú ya se encuentra coronado como el mas grande Artista de todos los tiempos de Nuevo León , su obra escultórica ya formaba parte de una gran numero de estados de nuestra republica al grado de que la Maternidad del IMSS lograría colocarse como uno de los símbolos mas trascendentes de nuestra escuela mexicana

 

La diosa de la Fortuna:

 

Antecedentes.

Federico Cantú no solo formo su carácter pictórico y escultórico en Paris , sino que tendría “la Fortuna” de poder convivir en esa época con poetas y escritores de la talla de : Alfonso Reyes, Cardoza y Aragón , Renato Leduc, Antonin Artaud. Es por ello que su formación literaria y su gran amor por la cultura griega, con los años se fundiría dentro de centenares de obras en las que trabajaría en diferentes disciplinas , al grado de llevar el tema a la monumentalidad confrontándose con ello con los canones que regían la Escuela Mexicana “ dicen que mis cuadros no son mexicanos porque de ellos no escurre mole”





 

En 1974 Cantu es el gran maestro del relieve escultórico y ahora se le encomienda la tarea de darle forma a un motivo que engrandezca la Lotería Nacional. Y que mejor tema, que una diosa que muestre los símbolos del zodiaco, sostenida en el limbo por un cariátide del juglar “momo”

 

Para realizar esta obra Cantú pinto diferentes liensos , creo proyectos , dos placas de grabado y muchas maquetas escultóricas , y por fin ejecuta un relieve en mármol coronado por un marco florido de bronce.

 

Su iconografía de motivos griegos, nos transporta dentro de un laberinto de motivos que enmarcan el zodiaco, mismo que es visto desde una visión nacionalista donde Federico decide  incluir la arquitectura del edificio de la Lotería Nacional, el remate de la iglesia de la profesa, el Popocatépetl , el cuerno de la abundancia que derrama monedas y el juglar de la suerte “momo” a manera de trinidad.




 

Dice Cardoza y Aragón-

Su vida como pintor, escultor, grabador, muralista ,  su vida entera, ha sido honesta y ejemplar. Federico ha realizado tanto como ha querido. y viene lo dicho por Ramain Rolland a propósito de Händel-  Es como un Océano inmenso al que todos los ríos del Universo no podrían calmar la sed ni turbar la serenidad-

 

 

 

Adolfo Cantú

CYDT

Invierno 2020

miércoles, 16 de diciembre de 2020

  Cabalgata de los Panateneas la Partenón




 

 El friso del Partenón es un friso de 160 metros de largo que rodeaba la parte superior de la cella del Partenón en Atenas. Obra maestra de la escultura griega clásica, está realizado en bajorrelieve con mármol pentélico en estilo jónico, aunque en un edificio dórico. Representa probablemente la procesión de las Grandes Panateneas, que tenía lugar cada cuatro años en honor de la diosa Atenea.

Fue esculpido aproximadamente entre los años 443 y 438 a. C.muy probablemente bajo la dirección de Fidias. Sobreviven unos 128 metros del friso original, alrededor del 94%, conociéndose el resto solo por los dibujos que hizo el artista flamenco Jacques Carrey en 1674. 

Sus fragmentos se encuentran dispersos en diversos museos, sobre todo en el Museo de la Acrópolis de Atenas y en el Museo Británico de Londres

Puede considerarse la escena de la manera siguiente: conducido por los magistrados avanza un cortejo donde figuran los caballeros y los soldados en armas, los ciudadanos, los músicos, así como los portadores de ofrendas seguidos por los animales de sacrificio. El cortejo se dirige hacia la Acrópolis y la asamblea de los dioses. Los ciudadanos y las mujeres participan en la procesión, acompañados de metecos y de representantes de los aliados de Atenas.

La marcha del cortejo está situada en el lado oeste del templo. La procesión se divide en dos grupos, uno que se dirige hacia el lado norte, y el otro hacia el lado sur. Los dos grupos se unen junto a la entrada del lado este, bajo la mirada de los dioses que observan el cortejo.

 

En el mural al fresco que Federico pinta en 1950 para la residencia de Benito Coquet; situó la escena del friso que representa la caballería del friso del Partenón , que hoy en dia se encuentra en el Museo Británico, donde los panateneas cabalgan por los cielos antes de su llegada para la adoración de Palas Atenea 

 

Si bien durante la primeros cinco décadas esta obra mural solo fue visitada y admirada en una residencia particular 

Hoy de dia la cabalgata forma parte del rico acerbo que CONARTE pose y que hoy luce en Pinacoteca de Nuevo León.

 

 

Adolfo Cantú

Colección de Arte CYDT

 

 

 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

  Nacimiento en Tamaulipas o Natividad en Tamaulipas 1960

 

Federico Cantú, fue uno de los grandes maestros del arte sacro en el siglo XX

Su pasajes bíblicos denotan su fina y dedicada pasión por lo divino y   sin dudad el tema de la Natividad o la Madona y niño se convertirá en una constante.



 La presencia de este magnánimo pasaje, aparece en primeramente en obra al fresco , obras de caballete , dibujo , vitral y grabado. Pero esta obra en especial ,fue trabajada en placa de bronce por Federico ; paralelamente a la obra que aparece en el los vitrales de la Capilla de los Misioneros de Guadalupe, porque como lo muestra la imagen , la disposición es la misma!

Paradójicamente en esta obra, podríamos señalar que a diferencia de otras madonas que desarrollara décadas atrás , Federico incluye en esta versión  la figura de San José,

Creando un puente que nos lleva a recordar la obra de caballete pintada en California en 1929, con el titulo “Descanso en la huida a Egipto”  y si bien su pincel ha pasado por una transición de tres décadas  aun existe ese trazo de reconocimiento a el gran Sandro Botticelli , pero con un toque de intemporalidad, muy socorrido en la obra de Cantú , donde traslada el pasaje a Tamaulipas , tal y como lo hace en el descanso en la huida a Egipto de 1953-62 , donde la Virgen y San José, recorren el desierto, pero en un entorno regiomontano!


 

A la distancia, vemos que Federico compartió el arte sacro en muchas placas de grabado y algunos tirajes ejecutados específicamente con la finalidad de convertirlos en obra por encargo y esta obra no es la excepción, y es que en 1960, Cantú se encontraba trabajando en el primer relieve monumental para la UANL y es ahí donde conoce a Carlos Guajardo , que no solo era un empresario ejemplar , él era todo un ejemplo de filantropía  y al entusiasmare con el trabajo del Mural de Ingeniería , decide aportar todos los medios económicos para la ejecución de los murales de la facultad de Filosofía y letras . Ese mismo año Guajardo le pide a Federico le imprima todo un tiraje en gráfica con la obra que hoy tratamos.




Otro dato curioso es que Guajardo tambien financian un sinnúmero de obras de teatro de Salvador Novo y entrados en el tema del teatro Federico diseña un mural para un auditorio imaginario con figuras de la narrativa historia del Noreste , donde aparece Fray Servando teresa de Mier y el paisaje del Cerro de la silla. La obra mural no se realizo y solo queda el testimonio del anteproyecto.

 

Bo

Otoño del 2020

domingo, 29 de noviembre de 2020

Letania Lauretana

 ¿Qué es el arte colonial español? El arte colonial español incluye pinturas, esculturas y objetos decorativos producidos en un continente y medio, desde México hasta América del Sur, durante un período de aproximadamente 330 años. (Las obras de arte producidas en Brasil durante este período se denominan arte colonial portugués.) Todo el arte y los objetos de esta región que preceden a la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo en 1492, que marca el comienzo de la conquista europea, se denominan precolombinos. El período colonial español termina alrededor de 1820, cuando España comenzó a perder el control de sus colonias en el Nuevo Mundo y muchas de las naciones latinoamericanas de hoy ganaron la independencia.

 

 

Colección de Arte Cantú y de Teresa

 

Tirada  de 52 ejemplares numerados

cuadernos ilustrados con 19

grabados de la Autoría de

Federico Cantu Garza 1907-1989

 

 

1- Letanía Lauretana Portada de la Letainia Lauretana       Virgen.

2- Letanía Lauretana, Spoeculum justitae,

3- Letanía Lauretana Vas Spirituale y Vas Virgo Fidelis.



4- Letanía Lauretana Vas Honorabile y Vas Insigne Devotionis.

5- Letanía Lauretana Rosa Mystica.

6- Letanía Lauretana Turris Eburnea.

7- Letanía Lauretana Foederis Arca.

8- Letanía Lauretana, Salus [infin] morum,

9- Letanía Lauretana, Agnus Dei,

10- Letanía Lauretana Cristo llorado por los Angeles.

11- Letanía Lauretana “Uno de vosotros me entregara” .

12- Letanía Lauretana Tobias.

13- Letanía Lauretana Madonna.

14- . Letanía Lauretana, Agnus Dei guntallis peccata mundis,

15- Letanía Lauretana, Canam nostrae justitiae,

16- Letanía Lauretana, Turris davidica,

17- Letanía Lauretana, Janua Coeli.

18- Letanía Lauretana, Stella Matutina

19- Letanía Lauretana, Stella Matutina Madonna

 


sábado, 28 de noviembre de 2020

 Museo 

Federico Cantú Fabila, mejor conocido como Forja Cantú

 

despues de trabajar durante la década de los 40s en estudios Churubusco \Cantú Fabila , se integro a la Escuela de las Artes del libro con Francisco Díaz de León , y en poco tiempo trabajo como maestro suplente. Ya en 1956 y con la idea de iniciar una carrara en rotativas de imprenta , empieza a combinar el trabajo con la pintura. Es la época del paisaje y la acuarela compartiendo horas de trabajo y materiales con el pintor regiomontano Manuel de la Garza.

Ya en la Ciudad de Mexico en 1959 y mas estable con un pequeño Atelier , trabaja diferentes motivos y temas , que van desde el retrato el paisaje y los bodegones 

De ahí a que las dos décadas siguientes desarrolle un sinnúmero de naturalezas muertas antes de iniciar una época de pintura abstracta .

 

Este naturaleza muerta perteneciente a la colección de pago en especie de la SHCP , fue tema de la exposición inaugurada en noviembre de 2015 en el Antiguo Colegio dela Arzobispado.

 

Una muy buena ocasión y reconocimiento de su trayectoria pictórica a mas de cinco décadas de creación.







 

Adolfo Cantú

Colección de Arte Cantú Y de Teresa

martes, 3 de noviembre de 2020

  Noviembre 2020

IMSS Madona     IMSS Madona - Federico Cantú


IMSS - Testimonios



 

Por mas de dos década la Colección de Arte Cantú y de Teresa, se ha dado a la tarea de compartir el conocimiento y la investigaciones de nuevos hallazgo en el arte , sin duda y como hilo conductor seguimos un camino tasado por en la Mexicana de Pintura y Escultura y sus lazos indiscutibles con al escuela de Paris. Esta investigaciones que convertimos en curadurías , van sumando imágenes textos que se transforman en publicaciones y testimonios que enriquecen el acerbo que compartimos . El dia de hoy nos toca exponer una de las obras icónicas de Federico Cantú  “ LA Madona IMSS “




 

INBAL- Salón de la Plástica Mexicana , Museo casa Estudio Federico & Elsa  y Colección de Arte Cantú Y de Teresa se honran en compartir esta publicación .

 

Adolfo Cantú

CYDT Collection





 Octubre 2020


Charla Memoralia- Federico Cantú


pinacotecadenuevoleon







 

Los nuevos tiempos nos llevan a tomar caminos mas versátiles , donde la tecnología y la comunicación se convierten en herramienta fundamental para mantener vivo nuestro entono en una sociedad cambiante: Es ahí donde la Colección de Arte Cantú Y de Teresa junto con Museos y dependencia Gubernamentales , se vinculan para compartir obras de arte y conocimiento . 

El pasado mes de octubre indicamos con al exposición Memoralia

En Pinacoteca  de Nuevo León , donde presentamos dos obras de Federico Cantú, seguida por la primera charla con el yema de la obra de Federico .






 

Gracias a el apoyo  de CONARTE y Pinacoteca de Nuevo León , nos dimos cita para la charla : Elvira Lozano de Todd ( directora de la Pinacoteca ) , Gerardo Puertas ( director de la Fundación ( JGGP ) y Adolfo Cantú ; director de la colección de arte ( CYDT.

Sin duda el poder compartir testimonios y pasajes  de la vida de l artista y su entorno , permiten enriquecer el conocimiento que por siempre engrandecerá a Sutra tierra del norte,

En hora buena por estos programas de arte.





 

Adolfo Cantú

CYDT Collection



 

miércoles, 28 de octubre de 2020

 Federico Cantú 1907-1989




En julio 1937 Federico Cantú abre una exposición en la Galería Stendahl , Sin duda se convertirá en el preámbulo para tomar muy en serio la decisión de trasladarse a vivir ala Ciudad de Nueva York en 1938.
En la nota periodística de Arthur Miller : llama la atención la idea de mostrar a Cantú como un “Famoso artista Azteca” quizá con la idea de reorientar el giro que los Stendahl debido al surgimiento
de colecciones de piezas prehispánicas que vendían con un éxito colosal, sin embargo Miller recuerda a Federico pintando en California la Madona al estilo Botticelli
Dos años despues de esta memorable exposición en donde por supuesto vende el “Autorretrato con Toros y luna” Stendahl organizó una de las exposiciones mas importantes de la época mostrando por primera vez en America .la obra maestra de Pablo Picasso, “El Guernica”
Adolfo Cantú©
Copyright Federico Cantú ©
Archivo Documental-Colección de arte Cantú Y de Teresa



martes, 6 de octubre de 2020

  

Philippe Le Bas, né le 17 juin 1794 à Paris où il est mort le 16 mai 1860, est un hellénisteépigraphistearchéologue et traducteur françaisMaître de conférences à l’École normale supérieure, responsable de la bibliothèque de la Sorbonne, membre de l'Académie des inscriptions et belles-lettres, président de l'Institut de France, il est surtout connu comme le précepteur de Napoléon III.

 

A su regreso Le Bas pasó a trabajar en la biblioteca de la Sorbona (3 de diciembre de 1844) y el 20 de noviembre de 1846 lo nombraron administrador de la misma, cargo que desempeñó hasta 1860.

Bajo la Segunda República fue elegido concejal de París (4 de julio de 1848). Siendo vicepresidente de la Asociación Demócrata de Amigos de la Constitución, se opuso al golpe de estado del 2 de diciembre de 1851 de Napoleón III; pese a todo, mantuvo buenas relaciones con su antiguo discípulo, rechazando sin embargo todo favor de su parte. Elegido el 9 de febrero de 1838 para la Academia de Inscripciones y Bellas Letras, se convirtió en presidente del Instituto de Franciaen 1858. También fue miembro de la Comisión de Obras Históricas y Científicas (1848-1849) y presidió la Sociedad Nacional de Comerciantes de Antigüedades de Francia. Es reconocido además como autor de ediciones y traducciones del griego antiguo, así como del alemán al francés.

Philippe Le Bas se casó con su prima Edmée-Louise-Clémence Duplay. Tuvo dos hijos ilegítimos con Mare-Madelaine-Adèle Grujon: Léon Grujon Le Bas (1834-1907), director del hospital de la Salpêtrière y Caballero de la Legión de Honor, y Clémence-Charlotte-Élizabeth Grujon Le Bas, nacida en 1836.

 


Philippe Le Bas (París18 de junio de 1794 - íd., 19 de mayo de 1860) fue un helenista, arqueólogo, epigrafista y traductor francés, profesor titular de la École Normale Supérieure, director de la Biblioteca de la Sorbona, miembro de la Academia de Inscripciones y Bellas Letras y presidente del Instituto de Francia, pero más conocido por haber sido el preceptor de Napoleón III.

 

Era el hijo único de Philippe Le Bas y Élisabeth Duplay, hija menor de Maurice Duplay, el casero de Maximilien de Robespierre en París. Philippe Le Bas tenía solo seis semanas cuando su padre se suicidó a la caída de Robespierre, el 9 de thermidor. Encarcelado con su madre, fue liberado cinco meses más tarde.





Se crio adorando los ideales republicanos de su padre, de Robespierre y de Saint-Just, y fue a los doce años al collège de Juilly, encomendado por su madre al padre Balland, salvado por el progenitor del chico durante el Terror. A los dieciséis (1810) se alistó en la Marina, sirviendo en un par de navíos, y en 1813 se convirtió en sargento de la Guardia Imperial, participando en las campañas de 1813 y 1814. Empleado bajo la Restauración en la oficina de hospicios de la Prefectura del Sena como secretario en jefe y luego como jefe adjunto, Le Bas, que había aprendido griego con Boissonade, fue seleccionado por la exreina de Holanda Hortensia de Beauharnais para convertirse en tutor del futuro Napoleón III.º. Se trasladaron entonces a Augsburgo y en 1823 acompañó a su alumno a Marienbad, donde este tomó las aguas. Luego, a fines de octubre, salieron de Augsburgo para Roma, a donde llegaron a mediados de noviembre. Esta estancia fue interrumpida en la primavera de 1824 por la muerte de Eugène de Beauharnais, y regresaron a Baviera para asistir al funeral. En octubre de 1827 fue brutalmente despedido por Hortensia con el pretexto de ahorrar dinero. De hecho, parece que esta decisión contaron no solo sus diferencias de opinión en cuanto a la educación del muchacho, sino también el pronunciado republicanismo de Le Bas y su austero puritanismo, que terminaron por aburrir a la madre.




Durante esta estancia en Roma como tutor de la familia de la exreina Hortensia, Le Bas se reunió con arqueólogos italianos y alemanes y de vuelta a Francia se licenció y doctoró en la facultad de letras de París (1829) y se convirtió en profesor de historia del Liceo Saint-Louis, puesto que cambió cuatro años más tarde por el de profesor de lengua y literatura griegas en la misma escuela (1834-1860).


domingo, 27 de septiembre de 2020

 Museo CYDT


Monterrey, Nuevo León, México.

17 de septiembre de 2020.






Templo a Cielo Abierto

Gerardo Puertas Gómez.

Mi madre me enseñó a rezar camino al kínder. Y al hacerlo, quizá sin darse cuenta, me mostró que la contemplación de la belleza puede conducir a la oración.

Cada mañana, mientras manejaba su automóvil de Norte a Sur por la Avenida San Pedro para llevarme al Colegio Labastida, ella pronunciaba y yo repetía oraciones, del Padre Nuestro al Ave María y del Salve al Gloria.


Así, entre rezo y rezo, comencé a apreciar el ondulante perfil de la Sierra Madre y a gozar, cotidianamente, de ese regalo de la naturaleza -y, para mí, de Dios- que representan las magníficas montañas que circundan el valle regiomontano.

He de confesar que, por aquel entonces, impulsados por la magia de la infancia, mis ojos me llevaban a imaginar, en los gigantescos árboles que se aprecian en la cresta de la “Eme”, interminables caravanas de viajantes que, provenientes de lejanas tierras, cruzaban por Monterrey en su incesante caminar hacia distantes horizontes. ¡Bendita sea por siempre la mirada de los niños!

Hacia mediodía, terminada la jornada escolar, mamá me esperaba invariablemente afuera de la reja del colegio y ella y yo, con frecuencia, caminábamos hacia el Templo de Fátima -en aquel tiempo una pequeña capilla de techo de madera ubicada en el cruce de Avenida Vasconcelos y Río Éufrates - a fin de asistir a misa.





Corría el año de 1964 y, en ese momento justamente, tenían lugar los trabajos del Concilio Vaticano II que llevarían, entre otros cambios, a una renovación de la liturgia católica.

Por aquel entonces la misa aún se realizaba en lengua latina y con el oficiante de espaldas a los feligreses. Muchas personas solían llevar al templo un pequeño libro llamado misal, que contenía el texto de los oficios en latín y en español, con el objeto de poder seguir en silencio el desarrollo de la celebración.

Como de esperarse, casi todos los niños -y seguramente no pocos adultos- tenían la mente en otra parte mientras transcurría la Eucaristía. Yo, por lo pronto, me aburría solemnemente con el murmullo ininteligible del sacerdote quien, a veces de pie y a veces hincado, estaba revestido por ropajes de hilos dorados, rodeado por humos de incienso y acompañado por el ocasional repique de una capanita producido por el monaguillo en turno.

Así que, para pasar el rato, yo me dedicaba a sacar del bolso de mi madre la cajetilla de cigarros mentolados Salem a fin de quitarle la tapa y transformarla -otra vez con mi imaginación- en un barco que, deslizándose suavemente por la banca de madera, me hacía navegar por mares infinitos hacia ignotas latitudes.

Hasta ahora mismo, al escribir estas líneas, me percato de una extraña coincidencia que encuentro muy reveladora. El rezo y la misa me producían el mismo impulso. En efecto, ya fuera por la cresta de la montaña unido a una caravana o por el respaldo de la banca a bordo de un navío, mi anhelo era uno solo: viajar. Quizá eso explique, al menos parcialmente, porque hasta la fecha soy un irredento “pata de perro”.



Y bueno, finalmente, ¿qué es la oración sino un vuelo del espíritu humano que anhela aproximarse al Misterio? Así que quizá yo no andaba tan perdido en mis juegos infantiles. Una vez más: ¡bendita sea por siempre la creatividad de los niños!

Pero después de este periplo discursivo, sin duda una forma más de viaje y de juego, hagamos un esfuerzo por entrar de lleno en materia. Hablemos de un objeto. Aunque, curiosamente, ese ejercicio nos lleve de nuevo a los viajes y a los juegos, a los rezos y a las misas.

En el Otoño de 2015, mi querido amigo Poncho me honró con la invitación a fungir como testigo de su matrimonio civil. Dicho enlace jurídico, la ceremonia religiosa y el banquete, tendrían lugar en San Miguel de Allende.

De modo que, una buena mañana, tomé el vuelo de TAR al aeropuerto de León para posteriormente, trasladarme por carretera a ese hermoso asentamiento virreinal situado en el corazón geográfico e histórico de la Patria Mexicana.

Por recomendación del contrayente me hospedé en el Hotel Nena, un agradable establecimiento boutique situado fuera del Centro de la ciudad, a unos cuantos pasos del reconocido hotel administrado por la cadena Rosewood.

Como suelo hacer cada vez que viajo, poco importa si estoy en McAllen o en Melbourne, tan pronto hago el registro en el hotel y dejo mis maletas en el cuarto, me lanzo a la calle a fin de aprovechar todo el tiempo disponible. Y eso fue justo lo que hice.

Caminé por las calles empedradas hacia la plaza principal, no sin antes detenerme -como me había indicado mi queridísimo amigo Amador- para conocer las instalaciones del Rosewood y subir a disfrutar la inolvidable panorámica de San Miguel El Grande que puede apreciarse desde la terraza de su bar.

Luego proseguí mi ruta, haciendo pausas aquí y allá, a fin de asomarme a algún patio o explorar alguna tienda. Fui naturalmente a la Parroquia de San Miguel Arcángel, para volver a admirar las pinturas murales obra del maestro Federico Cantú, célebre artista nacido en tierras nuevoleonesas. Visité la casa del capitán Ignacio Allende, el palacete del Mayorazgo de la Canal, el Templo de San Francisco y el Museo La Esquina, singular espacio consagrado al juguete popular mexicano fundado por la regiomontana Angélica Tijerina.




Había que decidir entre comer algo o seguir conociendo y, como también suelo hacer cuando estoy en un periplo, me decanté por lo segundo, recorriendo algunos de los muchos establecimientos que muestran toda la riqueza del arte popular mexicano.

Busqué “Los Baúles Remigio”, sucursal de la famosa casa fundada en Oaxaca por Remigio Mestas Revilla, que ofrece algunos los más selectos ejemplos del arte textil surgido de las culturas y de las manos de los pueblos originarios de México. Y, por supuesto, me enamoré de una pieza.

Seguí caminando y, de pronto, me topé sobre la Calle Cuna de Allende con un aparador bellamente decorado, que dejaba ver muebles y objetos decorativos de fino diseño mexicano.

El nombre de la galería no podía ser más evocador: “Marquesa de Mancera”. Nada más y nada menos que como doña Leonor Carreto, Virreina de la Nueva España, amiga y mecenas de la excelsa poeta Sor Juana Inés de la Cruz, esposa de don Antonio Álvarez de Toledo y Salazar, Marqués de Mancera y Virrey de estas tierras mesoamericanas.

Y, en dicha tienda, entre elementos de decoración y piezas vintage de arte popular, me topé sobre una mesa, flanqueada por dos lindas sillas de madera y mimbre decoradas con flores multicolores, con una encantadora capillita miniatura ante la que no pude menos que, literalmente, ponerme de rodillas en absorta contemplación.

Pero, más allá de la fascinación, me asaltó una multitud de dudas. No parecía de factura mexicana. ¿Dónde habría sido hecha? Denotaba ser vieja. ¿Pero sería antigua? Daba la impresión de tratarse de un mero divertimento. ¿Tendría acaso otra función?

Lo único evidente era que se trataba de un objeto especial. Una pieza única, como se dice con propiedad en estos casos. Y, sin duda alguna, una creación verdaderamente mágica, capaz de generar encantamiento en quien estuviese, como yo, dispuesto a posar sus ojos en ella con atención.

En un aconsejable pero inútil ejercicio de inexistentes aptitudes histriónicas, intenté guardar la compostura, “fingir demencia” y, sin mostrar mucho interés, preguntar por el origen y el precio de la capilla.

La persona encargada me indicó la suma y me dijo que, para mayor información, debía esperar a que regresara la propietaria del establecimiento. Su retorno no demoraría más de media hora.

Inquieto por el inesperado hallazgo, emprendí la marcha y, un poco para mitigar el hambre y un poco para calmar la emoción, entré en un local que ofrecía nieves artesanales.

Luego de tan deliciosa pausa, volví a la Galería. Regresé convencido de que la pieza tenía que ser mía. Pero había que superar cuatro escollos para alcanzar el objetivo: negociar y obtener un descuento; lograr que me separaran el objeto hasta el día siguiente sin depósito alguno; conseguir que asintieran al pago mediante cheque, pues no contaba yo con suficiente dinero en efectivo y no aceptaban tarjetas de crédito; y, habida cuenta de la delicadeza de la capillita, garantizar una manera en que pudiese llegar sana y salva a Monterrey.

Esperé unos minutos más hasta que, por fin, llegó al establecimiento su propietaria: Marina Fernández de Córdova, dama de nacionalidad española fundadora de ese bello espacio.

Comencé por expresarle que el objeto me gustaba mucho y que deseaba quedarme con él. Le pregunté por el origen y los antecedentes del mismo. Ella me dijo que no tenía la certeza de dónde, cuándo y para qué se había hecho la pieza, pero que la misma tenía una procedencia impecable, pues venía de la casa de descanso que tenía en San Miguel una reconocida fotógrafa de modas estadounidense recientemente fallecida.

Debo confesar que me asaltó la duda de si semejante historia no sería una mera construcción de la imaginación para darle mayor valor a la pieza. No es extraño que eso ocurra en el mundo de las cosas vintage o antiguas.

Pero los objetos hablan. Y, en este caso, no había duda alguna: la capilla hablaba por sí misma. Prometía una historia por descubrir. Además, claro está, tanto la dueña de la Galería, como el establecimiento mismo, denotaban ser confiables.

Acto seguido, hice los cuatro planteamientos antes indicados: descuento, separación sin depósito, pago mediante cheque y envío seguro a Nuevo León.





Para el primer punto, luego de no poca resistencia, Marina aceptó llamar por teléfono a la propietaria, quien vivía en los Estados Unidos de América. Después del segundo intento se logró comunicación. La dueña, sin embargo, no quiso reducir el precio.

Respecto de los dos siguientes temas, entregándole mi tarjeta de presentación, le expliqué que yo era un profesor de Derecho de Monterrey, que estaba en San Miguel solo por dos días para asistir a una boda y que debía volver ir al hotel de inmediato para arreglarme, diciéndole también que no contaba durante el viaje con suficiente numerario para liquidar en efectivo. La señora Fernández de Córdova, luego de cerciorarse de que yo conociera a dos o tres regiomontanos formulándome una serie de preguntas sobre de ellos, accedió a la separación y a la forma de pago.

Finalmente, acordamos que ella se quedaría con el objeto hasta que una amiga suya, que viajaba a Laredo con regularidad, pudiese transportarlo en su automóvil desde la tienda hasta mi casa.

A la mañana siguiente, minutos antes de la apertura de la Galería, estaba yo frente a sus puertas, presto a cumplir con mi parte de lo prometido. Así lo hice. Y llegó a mis manos la capilla miniatura.

La boda que me llevó a Guanajuato fue memorable. Narrar todos los detalles de la misma merecería una crónica completa. Dejo esa tarea para otra ocasión.

Baste decir que, tanto el matrimonio civil como el religioso, se llevaron a cabo en espacios singulares.

El primero se desarrolló en los jardines de una hermosa casa antigua propiedad de una acaudalada familia norteamericana, decorada con obras de arte, antigüedades y muestras selectas de arte popular mexicano.

El segundo tuvo lugar en el inigualable Santuario de Jesús Nazareno, localizado en Atotonilco, edificación novohispana barroca del siglo XVIII, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, que aloja magníficos murales obra del maestro Miguel Antonio Martínez de Pocasangre y espléndidos lienzos pintados por el maestro Juan Rodríguez Juárez. Haber tenido la oportunidad única de admirar esas creaciones, antes, durante y después de la Eucaristía, fue una experiencia inolvidable.

Hay que recordar, adicionalmente, que el referido Templo fue protagonista esencial en el arranque del movimiento insurgente con el que inicia la Guerra de Independencia, al haber sido el sitio de donde el cura don Miguel Hidalgo tomó el Estandarte de la Virgen de Guadalupe, que se convertiría en la primera bandera de la Patria.

Asistir a la celebración litúrgica y a la bendición nupcial, precisamente en un escenario de tan notable relevancia artística e histórica, representó una emoción estética y religiosa conmovedora. Y fue para mí, para decirlo en una frase, una confirmación más de que por el camino de la belleza puede llegarse a la oración.





Quiero apuntar finalmente que, durante el desarrollo de los oficios, por azares del destino, pasó frente a las puertas del Santuario una procesión religiosa popular, acompañada por las notas interpretadas por una banda típica y las descargas producidas por cámaras de pólvora, como una conmovedora muestra más de la riqueza pluricultural de México. No pocos asistentes a la misa de bodas, incluyéndome a mí, salimos un momento al atrio para ver pasar la peregrinación.

Deborah Turbeville, propietaria anterior de la capilla miniatura, nació en la ciudad de Boston, convirtiéndose con los años en una destacada fotógrafa y editora en el campo de la moda.

Se estableció en Nueva York, vivió en San Petersburgo y pasó temporadas en San Miguel de Allende.

Trabajó como fotógrafa de la revista Vogue y como editora de la revista Harper’s Bazaar. Realizó notables series de imágenes para casas de alta costura de la talla de Chanel y Valentino. Alcanzó amplio reconocimiento por las atmósferas llenas de misterio captadas por el lente de su cámara.

La maestra Turbeville adquirió y rescató en la referida ciudad guanajuatense un valioso inmueble construido durante el periodo virreinal, parte integrante del patrimonio arquitectónico e histórico de México. Bautizó la finca como “Casa No Name”, decorándola cuidadosamente para crear en ella un escenario que recuerda los ambientes estéticos generados en su trabajo fotográfico.

Hoy, dicha finca, opera con el mismo nombre como un exclusivo hotel boutique.

Y allí, en una pared de la sala principal de su hogar, Deborah Turbeville colocó la capilla miniatura francesa que da lugar a este texto, como puede apreciarse en la portada y en las páginas del libro “Casa No Name”, publicado en 2009 por la editorial Rizzoli.

La pieza plasma, mediante estructuras de cartón, decoradas con papel multicolor y complementadas con espejos, cortinajes de gasa y algunos objetos de metal entre los que destaca una araña que ilumina la escena, el interior de un templo barroco galo del siglo XVIII. Dentro de la capilla, pequeñas figuras humanas elaboradas con migajón de pan y decoradas con pintura, representan al sacerdote y a los fieles durante la celebración de una Eucaristía. Todo el conjunto está colocado dentro de un caparazón de madera y cristal con diseño de dos aguas.





Según nos cuenta la maestra Turbeville en el texto “Mercado de Pulgas”, que forma parte del citado volumen, una “húmeda mañana de marzo”, en un parisino mercadillo de “bric-à-brac”, ella encontró esta “caja tallada en madera en la forma de una capilla... con una escena interior salida del siglo XVIII... pequeños personajes hechos de pan francés y pintados con sus atuendos de domingo, hincados frente a un altar presidido por un sacerdote”.

La fotógrafa halló el objeto colocado “sobre una rústica mesa... llena de cosas excéntricas”, dentro de un local que semejaba “un pequeño teatro con muñecos de porcelana y marionetas sentadas sobre sillas miniatura”.

“Pasé muchas veces” frente al sitio, nos confiesa la fotógrafa, “hasta que lo encontré libre de clientes”. El “marchand”, acota ella, “tenía la misma atmósfera que su local... un raro y frágil pájaro, perteneciente a otro mundo, bello”.

“La pieza debe ser mía”, dijo ella al propietario del establecimiento. Éste le respondió: “ah... esa..., sí, es un sueño... la compré en un pueblo en el Sur de Francia a una extraña y vieja mujer... había pertenecido a su familia durante años”. Y agregó: “no se la puedo vender... es muy querida para mí y tendría que pedirle una fortuna a un rico anticuario”.

Pero, insistió la artista del lente, “yo he estado obsesionada con ella toda la mañana... es para mi casa en México, sabe usted,... realmente pertenece allí... a mi casa... es la Casa de los Espíritus, Casa No Name”. Vuelva “en dos días, el Lunes”, respondió él. “Y si nadie más ha sido tentado por ella”, será suya.




Deborah regresó el Lunes indicado al establecimiento y compró la miniatura. El propio comerciante la empacó y la llevó hasta el hotel en el que ella se hospedaba. Así, luego de un largo viaje trasatlántico, la capilla francesa arribó a suelo mexicano.

Pero vuelvo a las fechas de mi encuentro con la pieza. A unos cuantos días de mi regreso a casa desde San Miguel de Allende, recibí un correo electrónico de Marina Fernández de Córdova, informándome que la suma del cheque había quedado satisfactoriamente depositada en su cuenta de banco y que, luego de hablar con su amiga, ellas habían resuelto venir juntas en un par de semanas a Texas, pasando por Monterrey a fin entregarme la pieza. Ambas me pedían, como compensación por traerme el objeto, que les cubriera el costo de la gasolina del viaje redondo San Miguel-Laredo-San Miguel. Yo, como es natural, accedí de buena gana, feliz de saber que pronto tendría la capilla en mi hogar.

Quiso la suerte que el día y hora de la escala de las viajeras tuviese yo programado asistir a la junta mensual del Consejo para la Cultura y las Artes, por lo que no pude estar en casa para recibir debidamente a ellas y a la pieza. Pero ambas descansaron un poco en mi hogar tomando café y galletas y la hermosa capilla miniatura francesa arribó sana y salva al valle regiomontano.

A los pocos días de la llegada de tan bello objeto, 3 Museos tenía previsto inaugurar una exposición de juguetes antiguos. De modo que llamé al Museo de Historia Mexicana -donde participo como miembro del Patronato- ofrecí prestar la pieza y, esa misma tarde, ante la premura de tiempo, llevé personalmente la capillita hasta la sede del espacio museístico, feliz de poder compartir con los visitantes de la muestra el disfrute de tan especial miniatura.

Hoy, cinco años más tarde, la encantadora capilla forma parte del acervo de la Fundación Cultural PFGC - Asociada a la Facultad Libre de Derecho de Monterrey.





Mi madre me enseñó a rezar camino al kínder. Aunque, a decir verdad, ella no fue y yo no soy de novenas ni rosarios. Quizá por ello me mostró que la belleza puede conducir a la oración. Eso explica por qué cada mañana, cuando voy a mi trabajo como profesor universitario, contemplo el Cañón de la Huasteca y doy gracias a Dios, a la naturaleza y a mis padres. Y así, ante el esplendor sublime de la sierra, abro mi corazón y mi espíritu a la oración, porque la montaña es templo a cielo abierto.

Monterrey, Nuevo León, México.

17 de septiembre de 2020.